sábado, 10 de diciembre de 2011

La Calle Amarilla


No es que no estuviese ahí, simplemente nadie se daba cuenta, a un costado iniciaba la gran ciudad y por otro el suburbio campestre, pero en un día en el que la sombra invadió todo, fue cuando Anita asustada huyó hasta la inverosímil.

— ¿Qué es esto? ¿Un camino? - se preguntó Anita curiosa

Caminó y caminó por la arenosa callejuela, no es que apareciese por arte de magia, sino que la gente veía sólo lo que deseaba ver. Aledaño al sitio un pequeño jardín se encontraba, Anita tenía calor y sin más se aproximó al lugar para descansar un poco, una fuente rodeaba el lugar, y estaba toda amarilla.

— ¡Qué bonito! ¡Un jardín amarillo! - gritó eufórica Anita.

Sin embargo no era un jardín amarillo.

— ¡Un jardín amarillo! - volvió a gritar
— No es un jardín amarillo, sólo es un jardín normal iluminado por el sol - le dijo un joven a la pequeña niña
— Pero si esta todo amarillo, ¿Cómo puede no ser amarillo?
— Ya te dije que no es amarillo - le contestó

Anita decepcionada bajó la cabeza, su boca temblaba y sus ojos sin poder contener más soltaron en lágrimas. El joven sin saber que hacer decidió volverle aquella ilusión.

— ¡No llores! ¡No llores! , este no es un jardín amarillo, pero aquella calle si lo es - mintió el joven a la pequeña Anita
— La niña mirando a su alrededor se dio cuenta que el jardín ya había perdido su amarillo y entonces miró a la calle que la condujo a aquel sitio - es cierto la calle esta amarilla - dijo
— Sí, y en un rato más se pondrá naranja y hasta rosa
— Esta calle amarilla es mágica - le dijo la niña esbozando una sonrisa
— Sí, mágica - le respondió el joven, sin embargo Anita comprendía que la calle tomaba ese color por los rayos del sol al igual que el jardín.

Se alejó lentamente del sitio antes de que los últimos rayos del sol también dejaran de bañar de amarillo a la calle, nadie conocía este lugar, sin embargo era mágico no porque no fuese conocido, sino porque el sol era capaz de pintar de oro el sitio que separaba al campo de la ciudad

Anita se volteó despidiéndose del joven y este le respondió con una cálida sonrisa amarilla, no era extraño, el sol también lo había pintado Amarillo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario