sábado, 10 de diciembre de 2011

Escribiendo papeles blancos.


Y ahí se encontraba estupefactamente inmóvil como esperando una luz que le diese una buena idea de que hacer, no es que no tuviese imaginación, pero por algún motivo no podía escribir con esa facilidad que lo caracterizaba. Se estiró en la silla de madera, ubicó el lápiz debajo de su nariz, bostezó y se enderezó.

— ¡ya! ¡esto sí! ¡ahora sí! - dijo con entusiasmo, escribió dos líneas y arrugó la hoja tirándola al suelo

Habían pasado horas y nada, suponía que algún día el don tendría que acabarse, no tenía ni una sola idea, y a la primera que surgía era vulnerada por lo que parecía ser un eco invisible en su cabeza.

Se levantó y desgreñó su ya desordenado cabello, no se había afeitado y sus ojos parecían tan contrariados como su irritante estado.

— ¡¡¡NO PUEDO!!! ¡¡¡NO PUEDO!!! - se quejó golpeando el mesón, no es que ocurriese todos los días.

Miró hacia la ventana, se agarró la cabeza y suspiró mirando fijamente el pálido papel

— ¡ahí estaba!, era tan obvio, sólo me faltaba ponerle “FIN” - dijo parándose de la silla y guardando la hoja que creía escrita.

Se acercó a la cocina abrió una caja de pastillas y se tomó dos tabletas, y es que hace horas que el efecto se había terminado, luego de un rato se recostó y nuevamente se durmió.



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