jueves, 20 de diciembre de 2012

La hiena y el colibrí.


Nuevamente picoteando se encontraba el colibrí, todos los días se alimentaba de la misma flor, pronto ya no quedaría nada más que hojas relucientes, siempre tan optimista, amable y solidario; de pronto un día se halló perdido, bajo un frondoso bosque sin flores, había pasado días sin poder beber polen, y sólo se estrelló débil hasta el pastizal, para su sorpresa advirtió a una joven hiena descansando, había comido y bebido, pero su ambición por seguir alimentándose era grande. La pequeña ave le miró de reojo pidiéndole ayuda, sin embargo la hiena al percatar su presencia le desprecio, el colibrí siguió arrastrándose hasta dar con una mariposa, le ayudó, y le dieron de beber un poco de su néctar, para cuando se vio recuperado voló devuelta a su hogar, no sin antes percatar la presencia de la hiena que le había dado la espalda, tenía las orejas cortadas y la nariz herida, se arrastraba pidiendo socorro, el colibrí se acercó curioso, a pesar de lo pequeño que era le cuido, la hiena sorprendida de la generosidad de la pequeña, soltó lagrimas de arrepentimiento por no haberle ayudado cuando lo necesitó, a los días después en el que el dolor desapareció, se despidió de su pequeño amigo,  había aprendido una buena lección.

El colibrí llego a su hogar y siguió bebiendo de su querida flor fresca y reluciente.


Moraleja: ser solidario no es ayudar a quienes crees débiles, sino ayudar incluso al que se niegue a dar una mano.