1. Remitente.
Había gato encerrado, no había duda de ello, sabía que no debía alarmarme
tanto por un mensaje sin remitente, pero ya no era el primero que recibía, y
segundo, estaba borracho.
Me paré prepotente del sofá de cuero negro, frente a él una mesa de centro
en el que yacían vasos y botellas vacías, no presté mayor atención al sonido
quebrante de las copas que pase a llevar, estaba centrado sólo en comprobar la
veracidad de aquel texto, Andrew me sostuvo del brazo intentando detenerme,
fuertemente me zafé y proseguí. Mi torpe caminata me hizo tropezar con la
silla de Raúl, había ido a comprar más licor, era lógico, me lo había bebido
todo, caí de rodillas al verdoso suelo de cerámica, intenté obtener lucidez y
equilibrio, pero era imposible, todo se encontraba nebuloso, aún así me paré y
continué, con dificultad llegué hasta la puerta principal; hacia un costado una
lámpara de luz nítida, similar a las velas de castillos medievales alumbraba
sutilmente, volví a caer, me levanté sosteniéndome de la puerta de madera
beige, e intenté agarrar la manilla y girarle, se me divisó en dos, suspiré y
me refregué los ojos, esta vez conseguí abrir, salí al jardín, dos árboles de
naranjo a un costado izquierdo y un limonero en frente separaban el camino que
conducía hasta el pasaje, no existía reja, puesto estábamos en un condominio,
introduje mi mano al bolsillo derecho del pantalón, David me rogó que no me
llevase su moto sosteniéndome del gorro del poleron, encima vestía una chaqueta
de cuero negra, le empujé y de todos modos me monté sobre ella, fue su culpa
por dejarme las llaves, y sin más partí a toda velocidad por aquel asedio.
No pude diferenciar lo frio del clima otoñal, ni el silencio sórdido de la
madrugada, pocos vehículos transitaban, no disminuí ni un poco la velocidad a
pesar de mi embriaguez. Circulé por avenida Providencia, una punta diamante la
dividió con avenida 11 de Septiembre, doble a la derecha en la esquina de
Manuel Montt sumergiéndome en los innumerables pubs de la zona, pero esta vez
tenía un destino: “El Dazclub”. Era el sitio mencionado en el mensaje,
sobresalía entre los demás, la gente que lo frecuentaba parecía ser adinerada y
bastante joven, menos de veintitrés años supuse, me estacioné frente a este y
me paré en son de espía, unos guardias detuvieron mi paso, pelear no era mi
estilo, sabía que si lo hacía terminaría fuera de todos modos, observé a un
grupo de jóvenes alistándose a entrar, corrí hasta la única mujer entre ellos,
del estilo pelo lais, delgada, de test clara, alta y notablemente guapa; le
agarré del b razo actuando.
—
¡Vengo con ella!— le dije a uno de los guardias.
— ¿señorita es cierto lo que el joven dice?— se me quedó mirando
estupefacta y enmudecida, supuse que aún no comprendía la situación, un
muchacho que en apariencia parecía más su novio que su amigo, se acercó hasta
nosotros.
— Viene con nosotros, se le paso la mano con las copas, prometo que no
hará ningún escándalo, se porta bastante bien— tocó mi hombro y me miró— su
novia lo acaba de patear— sonrió— tratamos de animarle un poco.
— Le dejaré ingresar, pero todo es bajo responsabilidad de ustedes— indicó
el guardia—…y además tiene prohibido beber alcohol— se acercaron otros cuatro
jóvenes mas.
— ¡Vale socio!— dijo sosteniéndome del brazo, como si fuera uno más de los
suyos, una vez dentro se detuvo— no hagas escándalo, alguna razón has de tener
para entrar— me golpeó la espalda y se alejó con el resto.
El oscuro del lugar volvía todavía más confuso mi caminar, no recordaba
haber estado así de borracho desde el día en el que Marie, mi hermana mayor
había decidido, hace ya tres años, mudarse a Inglaterra con su novio británico
para empezar su nueva vida marital, para mi significaba la muerte misma vestida
de blanco, con el tiempo pude aceptarlo.
Seguí caminando, la barra del bar despedía luces azulinas, estaba atestada
de jóvenes celebrando, achiqué mi vista cristalina, mientras mi estado
contrariado buscaba desesperadamente a Laurent. De pronto una silueta conocida,
reconocí su cabello como el fuego, ondulado y del largo de su cintura, junto a
aquellos brazos blancos, pálidos, sujetando el cuello de alguien más, mientras
el aroma de su perfume esfumó todas mis dudas de la cabeza, sus labios posados
apasionadamente sobre alguien más me clavo como estacas en el pecho, no
necesitaba estar lo suficientemente lucido para darme cuenta de la situación
que estaba presenciando, sin embargo tampoco tuve el valor de acercarme a pedir
una explicación; un extranjero de notable estatura y buena presencia, me sentía
tan idiota, que sólo preferí darme la media vuelta y alejarme, pero ella alertó
mi presencia y se dirigió raudamente hasta mi.
—
¡¿Jack?! ¡¡¡¡Jack!!!!— me volteó con el brazo, mis ojos dilatados
revelaban mi estado— ¡¡¡Jack estas ebrio!!!
— Sí, pero estoy lo suficientemente cuerdo para no engañar a mi novia con
alguna extranjera— ironicé, era patético, pues mi lenguaje poco ortodoxo y
lleno de enredos rebelaba mi borrachera.
— ¡¡Jack!! ¡¡Puedo explicarlo!!...
— ¡¡¡estabas besándote con otro!!! ¡¡¡¿Qué tengo que entender?!!!
— ¡¡Te amo Jack!!— dijo intentando besarme, pero me aparté brutalmente y
salí al exterior, ella me siguió— ¿Por qué no puedes entenderme Jack?— Dios
amaba a esta mujer al borde de ser capaz de perdonar su infidelidad, pero me
sentía tan miserable y pisoteado que no podía siquiera mirarle a la cara. Me
monté en la moto preparado para huir de ella y del mundo— ¡¡¡Jack estas
ebrio!!! ¡¡¡Jack no puedes conducir así!!! — me agarró del brazo.
— ¡¡¡¡¡no me toques!!!!! ¡ya no quiero saber nada de ti! ¡¡¡no me
busques!!! ¡¡¡no me llames!!! ¡¡¡¡lo nuestro se acabo!!!!— le grité
coléricamente saliendo disparado del lugar, lo último que escuché de su voz era
el sonido de mi nombre repetidas veces, que importaba, siempre confié en ella,
y quería demostrar que todo era una mentira— sonreí— debí haber escuchado a mis
amigos, yo jamás debí venir a este sitio— dije para mí mismo.
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